lunes, 11 de enero de 2010

Mi lágrima

Dios sabe bien que no tengo lágrimas para demostrar dolor. Me lo ha enseñado muchas veces. Y a riesgo de parecer todo lo que no quiero ser, sé que no luchamos contra lo que no podemos cambiar. Y cada uno lidia con ello como buenamente soporta. Rompiéndose o guardando silencio.

Pero este sábado algo susurró desde dentro. Mientras todos nos quedábamos helados y el cielo se abría de par en par para que alguien así pudiera rondar a sus anchas... y mientras la música sonaba a medio volumen pero con tanta intensidad que era difícil de confundir... dos imágenes se me clavaron, se retorcieron, me emocionaron y finalmente, apretaron un lágrima contra mi mejilla. En la primera una mujer abrazada a un hombre sentado, saludaba con un gesto de resignación. En la segunda, un fuerte apretón de manos y una siempre gentil invitación a vino.

Sé que tardé un tiempo... cada cuál tiene su ritmo. La paciencia estuvo en ambos lados. Pero yo salí ganando... y mereció tanto la pena... Porque nunca conocí a alguien como él. Y es el hombre que algún día me gustaría aspirar a ser.

No sé expresarme mejor que como ellas lo hicieron.


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