sábado, 23 de junio de 2007

Diario de a bordo: París (Parte 2)

Sábado 17: Comida para vacas gordas

Esa mañana, salimos un pelín tarde. Fuimos al cementerio de Pere-Lachaise (nombre que después de darle muchas vueltas… por fin aprendí). Tampoco es plan de contaros las tumbas. Había muchas. Pero me parece macabro decir que eran bonitas. Así que si vais a París, solo puedo decir que vayáis. De ahí al Arco del Triunfo, y luego paseo por los campos Eliseos. Llegamos a plaza de la Concordia, obelisco y demás.

(Podemos decir que estas son todas las flores que vimos en 5 días)

Saltamos hasta la zona de Pigalle, Moulin Rouge y sex-shops varios. Después de ver unos cuantos, en superficie y entrar en alguno para ojear (¿), paseamos hasta Sacre-Cour. Las escaleras del infierno deben de ser aquellas. O no me lo explico. De nuevo boca abierta, mandíbula desencajada en el barrio de Montmatre. Por sus callejuelas, sus áticos, sus casas… sus habitantes. En la puerta de nuestra próxima orgía culinaria (que suena mal, pero se dice así), esperamos a los amigos de Bea y Chio. Una vez dentro, conocemos el famoso “sitio de las ensaladas”. Es un lugar que no tiene nombre, todos lo llamamos así, y así será por los siglos de los siglos hasta que Miguel deje de roncar. Unas ensaladas grandísimas en cuencos de barro con todo lo que podáis echarle a una ensalada y lo que no, se pusieron delante nuestra diciendo… comedme. Yo ni la mitad vamos! Después de esto… estuvimos por un par de bares de la zona y casi volando se pasó la noche. El cansancio pudo más que la fiesta (al menos para el sector turista), así que rumbo a casa.

Domingo 18: El típico día Francés

El domingo, era el momento de saldar cuentas. La opera nos esperaba. El frío (que no había aparecido hasta ahora), también. Así que muy abrigaditos, llegamos hasta allí y entramos. Si queréis digo que fue increíble… pero no me gusta poner los dientes largos a nadie. A la salida, bocadillo de nuevo para enmarcar, y camino de Orsay. De nuevo un museo… temblad. Algunas fotos de Miguel, resaltan y dejan de manifiesto lo que pasamos… otro museo!!!!!!! Es que yo no aprendo de veras! Lo salvó una bonita exposición de daguerrotipos (que no fotos oiga!!), de hace 150 años de las calles y personajes de París. El valle fue listo y se quitó de en medio, pero fue tonto y se metió en el museo de al lado. En fin...

(Vista detalle de nuestro pasotismo en un museo)

En este punto, bifurcación de caminos, Chio, Miguel y yo fuimos al barrio gay-judío-árabe (así, todo junto y revuelto), y Ana y Valle a la Torre Infiel. De las aventuras y desventuras, riesgos y congelaciones parciales de extremidades varias que allí vivieron, no puedo contar nada en primera persona. Mejor que sean ellos. Como también debe contar Valle, como llegó al tren que le llevaría hasta Lyon, cuando 20 minutos antes estaba perdido y teniendo que llegar a casa de Chio para recoger su maleta y llegar a la estación.

Por la noche, en rue Bofetá (o algo que suena por el estilo), entre rachilla de viento y rachilla de viento, paseamos hasta meternos en un restaurante para probar las “foundee”, las “raclettes”, y las “tartiflé”. Todo muy francés. Una de cada por favor. Y después de salir de allí como bolitas, y de que ana viviera toda una experiencia meando en un (palabras textuales)… “boquete en el suelo”, seguimos andando hasta llegar a una creperia (recomendada por Laura), donde españoles (quien si no), nos vendieron otro crepe (uno más a la lista, este de banana y chocolate). Una vez en casa, a mormir.

Lunes 19 - Martes 20: Como buenos turistas

El lunes fue día de relax. Seré breve. Comimos en un italiano en el barrio latino, subimos de nuevo a Montmatre a por regalos y nos fuimos a casa a cenar. Entre medio algunas coñas y alguna sorpresa, pero bueno, tampoco quiero que me publiquen esto por tomos. Miguel, Ana y yo, nos hicimos una caricatura, próximamente publicable, pero que ahora mismo esta censurada. Por la noche Bea nos preparo una quich (se dice así Bea??), bueno… mortal! Y después de la sobremesa, de nuevo a la cama que al día siguiente madrugamos.

(Este es el momento donde la censura desaparece... ¿la hacemos volver?)

El viaje de vuelta fue por separado. Miguel por la tarde, Ana y yo por la mañana. Aventuras y desventuras entre las cuales incluyo una semihuelga de metro, equivocarnos de autobús, equivocarnos de aeropuerto, equivocarnos de puerta de embarque, equivocarnos de cola una vez, y otra vez, y otra, y otra… y finalmente dormir en el avión de nuevo, antes de despegar. Un día afortunado.

(Torre Infiel vista desde los... ¿jardines?... se dice así ¿no?)

Y esto fue todo. Muchísimas gracias a Chio y a Bea por cuidarnos tanto, a Laura por orientarnos, y a todo el que haya llegado hasta aquí sin dar una cabezada. Os merecéis una siesta libre de ronquidos.

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