martes, 10 de agosto de 2010

Diario de a bordo: Nueva York (Parte II)

Viernes 4 Junio: “El del zumo de papaya

¿Qué jodido problema tienen estos chinos? Otra noche más, el aire acondicionado a toda leche, pero ese ya no es el problema. ¿Cuántas veces se han podido duchar en las apenas 5 horas que pasan en la habitación? ¿2 o 3? ¿Cada uno? ¡¡Si vais a sudar igual os duchéis una o 10 veces!! Desde las 5 de la mañana dando por saco hasta las 9 que se han largado… Por suerte nuestro koala sigue fiel a su filosofía y no molesta lo más mínimo. Ojalá todos fueran como él. Al despertar nos damos cuenta de que los chinos han desaparecido para no volver (sus maletas no estaban). Empezamos a sospechar de un Big Brother encubierto.

Pillamos un bus hasta la zona de Rockefeller Plaza. Visitamos St Patrick’s Catedral y alucinamos con las impresionantes vistas desde el Top of the Rock. Esos ascensores quiero yo para nuestro hostal. En la tienda de la NBC fichamos las camisetas de friends: “My name is Regina Fallanghe”, “Were on a break”, “How you doin?”. Además vemos a un actor famoso que no sabemos quién es, haciendo una entrevista. La tienda Nintendo nos decepciona un poco así que seguimos la ruta por el Radio Music City Hall, el Carnegie Hall y muchísimos más rascacielos de los que puedo recordar. Esta ciudad es inabarcable.

Broadway nos lleva hasta Central Park. Tengo a Andrés acojonado con la idea de alquilar unas bicis. Va a tener que aprender a marchas forzadas. Nos topamos con una tienda Apple y cual catetos nos hacemos fotos con los iPad. Have a nice day, guys!” nos suelta la chica de la puerta. Nuestra siguiente parada es reproducir en una foto el momento en el que John Mclane y Zeus cogen el teléfono de la cabina enfrente del mítico Gray’s Papaya. Nuestro frikismo es así… incontrolable. Lo mejor, el batido de papaya. Menudo descubrimiento. Después de comer seguimos hasta Central Park, fotografiamos el edificio Dakota y decidimos tumbarnos a descansar. Una hora en ese césped nos da la vida.

Al despertar, planteamos el plan de ataque para por la tarde, el cual incluye un bus que nos llevará en primer lugar al hostal. El chofer no está muy de acuerdo con ese plan y nos baja en Times Square con un incontestable “Last Stop guys”. Tomamos el metro y nos plantamos en el edificio Flatiron donde Andrés comienza sus lecciones de fotografía. Después asistimos a una sesión de capoeira en Union Square antes de llegar al hostal, ducharnos y enfilar Greenwich Village para comenzar la noche.

Impresionante el Flatiron Building. Estudiadísima la pose.

Nos encaminamos hasta Corner Bistro a comernos una de las consideradas mejores hamburguesas de NY. Y efectivamente, está cojonuda. Incluso tenemos espontáneos en la comida que posan en nuestras fotos. Después nos dirigimos a Smalls, un pequeño club de Jazz que nos hace flipar con el primer grupo y nos duerme con el segundo y sus altos costes en las cervezas. Pero aún así, conocemos a una artista japonesa que realiza retratos de la banda. Al salir, encontramos por casualidad un establecimiento Papaya Dog. Andrés y yo nos miramos y no dudamos. Otro zumo al canto. “No hot dogs? No hot dogs”.

Volvemos al Beauty Bar donde ya nos sentimos como en casa. Pero la sorpresa a la entrada es de las de fotografiar. Gran parte de la clientela vestida a la moda de los años 50, con los tocados y tres grandes mesas en el centro del bar donde se hacía la manicura a los clientes. Un doble de Jacob nos sirve nuestras cervezas mientras nosotros seguimos alucinando. En la sala de baile nos encontramos con un ambiente inmejorable. Una mujer nos ficha y claramente busca pillar, así que se nos planta justo al lado a bailar pero sin mediar palabra. Como durante 10 minutos no le hacemos caso comienza a mirar hacía los lados. Justo detrás, un tío hace el pino puente y la mujer se pone a bailar con él. Lástima que este, solo quisiera bailar. Al final nuestra joven protagonista ligará con un fornido señor de color por el cual suspiraba medio bar. Nosotros estamos descojonados viendo bailar a las peores gogos de la historia de las gogos. La noche se redondea con Paco Umbral bailando y Benny Hill con rizos… como para apuntarlo todo.

Al volver comprobamos que, por supuesto, tenemos nuevos compañeros de habitación. ¿Cuánto durarán esta vez?.

Zumo de papaya. Puro vicio.

Sábado 5 Junio: “El del Bar Coyote”

Al despertar, el resfriado esta en pleno apogeo. Para combatirlo decido desayunar un Hot Chocolat. Error. Pleno mes de Junio. 25ºC. Humedad relativa: 90%. ¿A que coño estoy jugando?.

El día comienza de nuevo con el trayecto en autobús hasta Central Park. Nos colamos en la juguetería donde esta el gran piano de Big (por supuesto, no pierdo la oportunidad de hacer el chorra e intentar tocar algo… dado mis conocimientos de música y la enorme cantidad de niños a mi alrededor pisándome las notas… la empresa no podía ir bien). Después nos colamos dentro de la Apple Store para tener nuestro único contacto con internet y verificar que nuestros pasaportes seguirán siendo de utilidad a la vuelta y el país no se ha venido abajo. De todos modos nos lo estamos pasando pipa, así que poco nos importaría.

En Central Park vemos que acaba de terminar una maratón. Compramos un mapa he intentamos buscar todos los sitios que indica, pero es casi misión imposible. La gran decepción es la fuente de Bethesda la cual esta rodeada por andamios. Allí un loco vestido de Dumbledore ve mi cara compungida e intenta animarme contándome la historia de la fuente. Después se acerca Andrés, el cual ya va sin camiseta, y el loco se pone a hablar de los abdominales de mi amigo y que esta muy bien y más cosas que no quise/supe entender. Le propongo a Andrés una vueltecita en barca pero no esta por la labor. Ni bicis ni barco… este chico no me complace en absoluto. La estatua de Alicia es muy bonita, pero viene con los niños de serie para las fotos. Nunca esta sola. De hecho el creador la concibió con un par de renacuajos ya encima.

Seguimos paseándonos y perdiéndonos hasta que el hambre llama con voz de pizza. Salimos del parque para encontrarnos con Ray’s Pizza, al más puro estilo americano. Aunque Andrés insiste en pedir la de 20”, al final accede a pedir una de 16” y nuestros estómagos lo agradecen. En la espera vemos la persecución de un ratón en la cocina del local. Que fácil es mirar para otro lado cuando estás tan hambriento. Acabamos saciados y hasta arriba de salsa barbacoa.

Nos acercamos al museo de ciencias, el cual nos parece interesante en su presentación (velocirraptores!!) pero desmotivador en el precio. Nos echamos un par de fotos con los dos ejemplares de dinosaurios que tienen colocados en la entrada y seguimos nuestro camino hasta la prometida siesta en Central Park. Buenas noches Andrés. Buenas noches Manuel.

Menuda siesta nos esperaba después de esa ingente cantidad de pizza.

Nos levantamos cansados debido a el asfixiante calor pero con el deber cumplido. Decidimos visitar Harlem esa tarde. El chofer del autobús se interesa por mi camiseta señalando si Stewie es el hijo de Homer. Tengo que explicarle su error ante mi propio asombro de estar comentando estas cosas tan tranquilamente en medio de Nueva York.

Nos paseamos por las bulliciosas calles de Harlem donde incluso nos confunden con habitantes del barrio (¿¿??) y se nos acercan a preguntarnos por alguna calle. No entendemos nada (ya sabéis, sonidos guturales), así que seguimos adelante. Fotografiamos el teatro Apollo, vimos una boda en plena calle, nos acercamos a un parque repleto de las típicas barbacoas, cumpleaños… de lo más auténtico hasta ahora. Subimos la calle (por 1º vez) hasta llegar a St. John’s Divine Catedral. La estatua justo a la derecha y la catedral en sí son impresionantes. Tomamos un bus que en una horita nos planta en Times Square. Sencillisimo. ¡Coño, otro papaya! Esta vez, strawerry & banana… and no hot dogs, please!. No importa el sabor, siguen estando riquísimos.

Al pasar por delante del museo Believe it or not!, nos llama la atención su fachada y nos intriga que puede contener. Lo fichamos para otro día y seguimos hasta que Andrés se topa con Johnny Depp y Mumbrú. Lo mismo. Después llegamos a una megatienda de comics en la 7th Av. (Midtown Comics) y apunto estamos de llevarnos un G.I. Joe de recuerdo.

Para rematar la tarde, decidimos tomarnos una foto en la base del Empire State Building. Estando allí pensamos: “vamos a ver la entrada”. Una vez en la entrada pensamos de nuevo: “vamos a ver los precios”. Una vez pasado el control y esperado 3 colas… la decisión de subir o no ya no nos pertenecía. El caso es que dos ascensores y 6 escaleras después, NY estaba iluminada por completo y nosotros a 86 pisos de altura. En el control de nuevo mención a mi camiseta (“I like your shirt me suelta una de seguridad) y una vez arriba, gran desvarío calculando la posibilidad de muerte por impacto de cámara desde aquella altura. Andrés empieza a dar signos preocupantes de adicción al zumo. El momento de una niña abrazando a su padre y Andrés gritando “Papaya” no tiene precio.

Hemos conservado los room mates… por fin. Arquitectos de Munich… más majos!!! Y el piso se hace fuerte con la llegada de españoles a la habitación de al lado. Resaltar que Andrés por primera vez en todo el viaje se salta una comida. La pizza todavía esta en su mente.

En nuestro camino en busca de nuevos bares nos topamos con el Coyote Ugly. Calcado a la peli, una gran barra de madera y todo el bar decorado de leyendas rock y sujetadores. Las tres camareras se alternan para subirse a bailar a la barra y animar el ambiente. Después, una despedida de soltera al completo recogería el testigo encima de la barra. Aparte quedaría el capítulo en el que una camarera procede a servir chupitos desde su boca a un ingenuo individuo que recibiría después varios latigazos con su propio cinturón. Todo muy light.

Tras dos copas nos encaminamos hacia el Arlene’s Grocery. Allí, un loco de azul se acerca a Andrés y comienza a gritarle cosas ininteligibles. Tanto empeño pone, que nuestra curiosidad lo acompaña hasta la puerta de al lado donde descubrimos un concierto de un grupo punk-rock del que el tío de azul es manager. Al entrar nos regala el CD. Al felicitarle vuelve a quedarse con nosotros y esta vez me habla a mí. La sonrisa de Andrés corresponde a su certeza de que no me estaba enterando de nada. Pero el hombre tan contento…

Al salir huyendo para que no nos viera, nos quedamos por la zona y vamos probando bares. Uno con Julio Iglesias en los cuadros y otro en un sótano con poquita seguridad y black black black… vamos, que no se ve un carajo. El típico bar donde una pierde las bragas y no se ha enterado. El momento “sniff this” y un ambiente quizá un pelín desfasado hace que salgamos echando leches. Derrotados, volvemos a casa haciendo una visita al Beauty Bar y retomando un bocata de albóndigas que teníamos guardado para disfrutarlo en la terraza del hostel junto a los alemanes. ¡Que noches depara NY!.

Rockefeller Plaza. De nuevo... un robado (jijiji).

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