Es apasionante desnudar a una persona.
Porque cada prenda que está, puede que mañana no esté.
Y la que hoy se agazapa en el armario, mañana puede estar llamándote a gritos desde su silueta.
Son los ojos de la curiosidad los que nos llevan a cada curva, a cada imperfección, a cada secreto.
Son las manos indecisas y nerviosas las que ganan confianza a medida que ascienden por su presa.
Es esculpir un trozo de piedra... con tanto que contarnos.
Es arriesgar y ganar. Es tocar sin tocar. Es guardar sin cerrar.
El tiempo se detiene mientras avanzan las historias. Por eso siempre nos falta tiempo. Y lo sacamos de donde no hay.
Cada instante del proceso, parece importante como las cartas de un castillo de naipes.
Es una revolución, un extraño privilegio, una rara condición.
Un estado pasajero, fugaz, irrepetible, inamovible, inolvidable.
Una marca detrás de las retinas, que con el tiempo solo se podrá oler en los lugares donde tuvo lugar.
Hoy puedo oler muchas de ellas. Y mirar a esas personas y sentir que mereció la pena.
Porque cada prenda que está, puede que mañana no esté.
Y la que hoy se agazapa en el armario, mañana puede estar llamándote a gritos desde su silueta.
Son los ojos de la curiosidad los que nos llevan a cada curva, a cada imperfección, a cada secreto.
Son las manos indecisas y nerviosas las que ganan confianza a medida que ascienden por su presa.
Es esculpir un trozo de piedra... con tanto que contarnos.
Es arriesgar y ganar. Es tocar sin tocar. Es guardar sin cerrar.
El tiempo se detiene mientras avanzan las historias. Por eso siempre nos falta tiempo. Y lo sacamos de donde no hay.
Cada instante del proceso, parece importante como las cartas de un castillo de naipes.
Es una revolución, un extraño privilegio, una rara condición.
Un estado pasajero, fugaz, irrepetible, inamovible, inolvidable.
Una marca detrás de las retinas, que con el tiempo solo se podrá oler en los lugares donde tuvo lugar.
Hoy puedo oler muchas de ellas. Y mirar a esas personas y sentir que mereció la pena.