jueves, 24 de diciembre de 2015

Cerrando mi maleta



Hoy, mientras cruzaba la ciudad, he tenido la extraña sensación de estar rodeado de maletas. Pensándolo fríamente, es normal dadas las fechas y que me muevo entre andenes y estaciones de autobús. Es como presenciar una especie de extraño exilio. En esta ciudad, cada día más dormitorio, la sensación de hogar en Navidad es menos intensa que lo que dicen sus luces, así que seguimos saliendo a buscar esa ilusión infantil en otros sitios más familiares. Aunque supongo que es un problema endémico de las metrópolis.

A pesar de todo, entiendo que es la época de hacer maletas y no tengo ningún reparo en reconocer que yo soy el primero que llegada la fecha de caducidad, se pone a vaciar el armario buscando lo mejorcito, para llevármelo conmigo. Por suerte un año más, tengo muchas baldas donde elegir:

He guardado el día 25 de julio. Completito. Y todas y cada una de las palabras que pude retener en ese precioso recuerdo. Todas y cada una de las caras de los que estuvieron con nosotros. Me he guardado una preciosa imagen de una preciosa mujer a la que amo… caminando hacia mí con una sonrisa tan bonita, que solo puedo suspirar cada vez que la veo… he guardado los ecos y las ondas de los días cercanos a la fecha… y el murmullo de meses de preparación…

He metido un diario de viaje que me llevó por la costa oeste… por valles y montañas, por carreteras eternas y orillas infinitas, que me traslado por ciudades y lugares con los que hacía tiempo que soñaba encontrarme… una experiencia doblemente fascinante por la personita que estuvo a mi lado al volante durante esta aventura…

He incluido un repertorio de carnaval dedicado a mis queridas "galeras". Porque ellas me hicieron respirar como un gaditano más en su tierra… como si nunca me hubiera marchado… y me reí y disfruté como un niño cantando chirigotas y pasacalles…

He reservado un hueco para un discurso de boda compartido con los amigos donde todos “lo vimos”… y una copla más al anochecer.

He guardado un viaje a Salamanca. Y como de feliz me sentí a pesar de la debilidad de aquellos días… como se me ensancha el corazón cada vez que pienso en esos 10 caballeros… y en el sabroso cansancio del viaje de vuelta.

He precintado todos los amigos que se han quedado conmigo este año. Y le he hecho hueco a los pocos que se han querido venir a mi vida. Son los momentos más hermosos que guardo... con todo mi amor, se lo agradezco.

He archivado las imágenes de mis caras de asombro ante las bonitas noticias que me han ido anunciando. Algunas ya llegaron, víctimas de 9 meses de gestación, otras se materializaron tras meses de preparación (más y más campanas de boda), o de estudio (esas velas por el inglés y el carnet) y otras se avecinan cargaditas de ilusión.

He incluido un logo nuevo para el Birratour más multitudinario que recuerdo. Y una pequeña esquina, para albergar un poco de orgullo por formar parte de algo que crea tan buen rollo.

Me guardo un nuevo Monkey Week. A mis Eramus y sus visitas. Mis momentos Lego. Una feria más. Las mañanas de domingo. Las películas que no me duermo. Las jornadas gastronómicas. Las fiestas del pasaje, ya sean cumpleañeras, de disfraces o para pasar la resaca. Las noches de baile. Las tardes de Risk. Las cenas con velas. Las llamadas de teléfono. Las mañanas de regalos. Los conciertos de jazz sin pagar…

He intentado apurar hasta el último resquicio de mi maleta… porque hay tantas y tantas cosas buenas que guardar en este 2015… que no quiero dejarme nada fuera… Imaginad lo que me va a costar cerrarla antes de llegar a la cola de facturación.

Por otro lado, me he comprado ya la del año que viene… jodido lo del tamaño, porque uno se pone a pensar en todas las cosas que querría meter, y se te puede ir de las manos… más risas, más sueños, más cariño, más amigos, más fotos, más vida… siempre soy ambicioso en sueños.

De todos modos, en esta me he dejado un hueco grande. Para la salud de los míos. Quizá el año pasado no guardé el suficiente espacio, y en este 2015 lo he pagado con más de un susto. Así que no quiero que me vuelva a pasar.

Visto lo visto, entiendo el trajín de maletas que me encuentro por las calles. Si pesan tanto como la mía… pueden darse por satisfechos.

Por último, he tomado prestada una cita de este año. Una que quiero llevar presente cada día… en cada momento… para que no haya excusas… y por eso en vez de en la maleta, le he reservado un hueco en la cartera…

“Es mucho más fácil ser feliz. Mucho más fácil elegir amar las cosas que tienes, en vez de quejarte siempre por lo que te estás perdiendo. O lo que sea que imaginas que te estás perdiendo” 
(Meryl Streep en 'Cosas que importan')


No es tan difícil.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Abre la muralla




Canta el peso alegre en mi ropa
Huye el brillo de mis gafas de ver
Pierde los nervios la tranquila fachada
Y enfurecen las horas lo que nunca ha de ser

Hay un camino de baldosas amarillas
Por el que me acompañan la paja y el metal
Y no consigo hacer grande el suspiro
Sin restar y restar, mi forma de pensar

No se si es miedo o desaliento
Si desconfianza o sinrazón
Si es fortaleza o es coraza
Si subir o bajar el telón

Llevo baños a oscuras
A plena luz del sol
Temblando bajo las aguas
Sacudiéndome el dolor

O no es dolor sino angustia
O no es angustia mas allá
De lo que piensen mis dedos
Si no los pongo a cantar

Me hace bien el correr por las calles
Me hace bien el saltar y el gritar
Debería empezar pronto la carrera
Para tranquilo al fin poder andar

A veces callo y a veces vibro
A veces compro y a veces dudo
A veces busco y a veces duermo
Y las luces se funden... y en mi banco mermo

Siento el ímpetu de la canción
Siento las ganas y el resistir
Pero me pregunto si hay más soluciones
Si guardar la muralla o salir a vivir

viernes, 11 de septiembre de 2015

Fidelidad


He escrito muchas veces cuanto me alejo de lo que siento que debo ser. He reivindicado otras muchas por lo que creo que es correcto para mi corazón. He dejado volar mi mente lejos mientras construía mis piezas a base de sentimientos. 
Para que encajasen con bordes suavemente redondeados. 
Sin aristas.

Pero es verdad que nunca he dejado escrito la raíz. No lo tengo en palabras. Quizá no sea necesario en la mayoría de las ocasiones… pero es lo que predico y recomiendo cuando la olvidadiza memoria sabotea las buenas intenciones de los que tengo alrededor. ¿Porqué debería ser diferente en mi caso?. Es mucho más fácil olvidar lo que negamos haber pensado, que lo que nos va a martillear la vista a base de conciencia escrita con nuestras propias palabras. No nos engañemos. Es una frase hecha. Una frase fantásticamente construida. Somos los más mentirosos y los que más tenemos que perder.

Por eso la gente que vive con la consciencia marcada por lo acertado de todas sus decisiones (independientemente del carácter moral que pueda asignárseles), van a vivir horas mucho más felices. Este párrafo es tan neutro como mis dedos me han dejado escribirlo. Por que yo no soy así… evalúo, medito, pienso, dudo… pero tenía que escribirlo. Para llegar a ello. Un niña me dijo una vez “no te arrepientas de las decisiones que tomes, sino de las que no”. Y me ayudó mucho a estar en paz. A ser feliz en mi día a día. Así que procuro serle fiel a aquella niña y a lo que me enseñó.

Yo creo en la bondad de las personas. En la buena gente. Y para creerlo de forma ciega e incondicional, intento cada día ser algo parecido a eso. No hay más. Esa es mi fidelidad. A ese axioma. A esa creencia. A esta simple y efectiva verdad.

Pero me equivoco. Y me olvido. Y a veces veo actos horribles y alzo la voz. Y otras muchas veces me ahogo en mi silencio. Y a veces veo la oportunidad de ayudar. Y otras pocas veces miro hacia el suelo. Y a veces lloro por no poder alcanzar a tiempo a todos los que quiero. Y a veces me guardo mi espacio y lo protejo contra la misma brisa de la tarde que pueda venir a importunarme.

A veces tengo actos que algunos llamarían de bondad. Y solo puedo dormir bien si soy capaz de sentir que no había otra forma en la que mi yo inconsciente habría actuado. A veces esos actos son producto de una decisión meditada… y entonces me empeño en hacer lo correcto y no mirar atrás. A veces soy caprichoso y no estoy donde debo estar y mi sonrisa se esconde tras el sofá y se enfada conmigo. Esas veces… no me gusto.

Digamos que siempre he puesto una línea recta en mi camino. Y procuro jugar a ser funambulista y no sacar mis pasos por excursiones que no me interesan.

No me reconozco en el espejo. Es otra frase hecha. No se si tan bien hecha. Porque parte de una asunción: que todos sabemos claramente como somos. Y da por hecho que de repente un día esa imagen ha cambiado radicalmente. Y obvia que los cambios, salvo desgracias, son progresivos, pequeños, en voz baja… a pasitos. Esas excursiones que nos alejan de la línea. Y habría que ser muy obtuso para pensar que no nos estamos dando cuenta. Yo creo que si. Pero por miles de razones, buenas o malas, no tomamos la rienda lo suficientemente fuerte. Y entonces un día, con nuestra foto de hace diez años en la mano… llegamos ante un enorme espejo y ponemos cara de no saber que ha pasado.


Ser fiel a uno mismo es inherente a ser honesto. Y pongámoslo por escrito. La honestidad hoy en día se matiza demasiado a menudo. Y eso no tiene nunca un buen final. Ya lo decía Calamaro. La honestidad debe ser brutal. No es una virtud... es una obligación. O cambiémosle el nombre.



viernes, 17 de julio de 2015

Entendiendo cosas


Yo de la sociedad en general entiendo poco, pero me intereso menos. Lo digo como defecto por supuesto, pero también como salvavidas. A mí la crispación me crispa… es lo que tiene… y por eso intento no entrar al trapo. Porque lo de empeñarse puede tomarse de muchas formas, pero solo se acciona de una… y es empeñándose. Así que me suelo empeñar en buscar la actitud positiva buscando asideros, antes que dejarme arrastrar por las inundaciones mientras desespero. Pero claro que también podría quejarme y hay cosas que me molestan. Algunas cosas más que otras, fíjese usted.

Hay quien no respeta. Eso lo primero. Y ahí es donde nos estamos tirando por la borda lo poco que tenemos de humanos a día de hoy. Yo entiendo que pique perder. Al parchís, a las cartas o al tema este de lo de rifarse los ayuntamientos. Pero hay que saber perder. Que al fin y al cabo el objetivo es común… o debería de serlo… ya sea pasar un buen rato entre todos o gobernar para el bien de todos… y si no, no juegues. Así que los rollos de amenazas, de rápidos “te lo dije”, del “ya lo sabíamos”… no me aportan nada. Porque no son constructivos que es una palabra preciosa que en esta amplia tierra hemos denostado hasta llevarla al simple pensamiento del ladrillo y por ende, de la corrupción. Porque somos así. Y es tan necesario ser constructivos a día de hoy… que rápido nos pierde la boquita y en que pocas ocasiones damos duda u oportunidad como primer fogonazo. Por mi parte, intentaré que mis gritos sean siempre para dar ánimos. 

Yo no entiendo demasiado de economía y me intereso menos. Lo digo como defecto, por supuesto, pero también con cierto recelo. Me pierdo entre términos absolutistas de si el euro es bueno o malo o rojo o azul. Y en el día a día de estos tiempos, donde las píldoras de información que conforman relatos e historias, se construyen olvidando por completo lo que viene siendo una preciosa palabra de nuestro diccionario que se conoce como “contexto”, pocos tienen la paciencia para no hilvanar demasiado rápido 2 con 2 cuando ven un 4 como resultado. Y si, es lo más plausible. Pero existe el 3 + 1, y las restas y las divisiones y todo un mundo de las matemáticas que nos lleva a ese resultado. Así que miremos el contexto. Y no tengo yo soluciones a Grecia, ya me gustaría, mire usted. Sería cojonudo. Pero me preocupa que haya más gente queriendo por morbo una bancarrota que una solución dialogada. Aunque las dos al final escuezan. Por mi parte, intentaré que mis puntos de vista no lleven anteojeras.

Yo no entiendo demasiado de educación y me intereso menos. Lo digo como defecto, por supuesto, pero supongo que alguno dirá que todavía no me llegó la hora. Y sin embargo creo que es una lacra el que podamos estar pensando así. El que no queramos ver que nuestra actitud contagia, moldea y se transmite a los que tenemos alrededor. Y ahora busquemos la definición de educar para ver si encaja en esos mecanismos de transmisión. Ya sea de lo que sea. Por eso cuando pequeños estímulos (ya sean textos, noticias o la providencia), me hacen caer en la cuenta de como me siento hacia este tipo de ignorancia a la hora de reconocer que nos estamos equivocando… me lleno de esperanza. Porque los pequeños gestos cuentan. Que se lo digan al Ministerio del Tiempo. Y yo por mi parte, intentaré superar la pereza y la desgana junto al mando a distancia, con tal de luchar contra valores vacíos.

Yo no entiendo demasiado de muchas cosas… pero me intereso por no dejar de sentirlas, y hacerlo siempre para mejorar esto. En el fondo y con las formas. Supongo que me estaré cagando en filósofos que desconozco… pero no creo en la destrucción sin más, en la unilateralidad… en la ley del más fuerte. Así que yo por mi parte… lo seguiré intentando.