miércoles, 11 de agosto de 2010

Diario de a bordo: Nueva York (Parte III)

Domingo 6 Junio: “El del bochorno”

Cuando a las 10 de la mañana nos levantamos risueños, nada hacía presagiar la debacle de día que se nos echaba encima. No nos lo hubiésemos creído ni aunque lo pusieran por escrito. Al salir por la puerta, el bochorno era patente. Justo junto al hostel, en la 2nd Av. había una pequeña feria llena de puestos de comida. Habían incluso cortado la calle. Sacio mi antojo de fruta con un gran vaso de sandía.

Llegamos en bus (una vez más… fan fan) hasta Chinatown. El olor, los carteles, el tráfico. Todo muy agobiante. Un poco lo que ya esperaba pero intensificando las malas sensaciones por el incesante calor. Al pasar a Little Italy, el panorama mejora. Todo el tráfico esta cortado y los restaurantes ocupan la calle con sus terrazas y sus atenciones hacia el turista. Aquí también hay una pequeña feria pero el panorama tampoco nos llama tanto la atención. Enseguida decidimos pasar al siguiente barrio (tras una paradita para repostar agua), en este caso, el Soho. Nos colamos en una inmensa tienda parecida al mercado de Fuencarral donde disfrutamos sobretodo del aire acondicionado. Andrés no quiere irse. El paseo por las calles del Soho también nos decepciona pero salvamos la visita a una galería de arte del fotógrafo Peter Lik. Aquí no es solo el aire acondicionado lo que disfrutamos, las fotos son alucinantes. Pasamos toda una odisea para encontrar un sitio barato donde comer y al final acabamos en un Subway pasando incluso frío.

Estamos derrotados y la hora de la siesta (la cual ya parece que no perdonamos) se esta acercando, así que nos vamos al hostal, no sin antes, equivocarnos de dirección y andar medía calle (lo que en NY no es moco de pavo) en dirección contraria. ¿Qué nos pasa!? Estamos acarajotados. Tras un rato descansando cogemos el metro para llegar hasta el Madison Square Garden, un precioso edificio de correos y saciar nuestra curiosidad por el museo que fichamos ayer. Ripley’s Believe it or not! cuesta 30$. Más impuestos. ¿Increíble? Créanlo. Primera broma. Dentro encontramos un cúmulo de chorradas mezcladas con anécdotas inmejorablemente presentadas pero más dignas de un túnel del terror o atracción de feria que de un museo. Nuestra indignación es patente. A pesar de todo, pasamos un par de 2 horas entretenidas con las recreaciones y haciéndonos fotos, además de descubrir la sala del Black Hole (un túnel con una pasarela que cambia tu perspectiva hasta hacer que casi te caigas y debas agarrarte a la pasarela). Aún así, a la salida, la sensación de timo persiste.

Sacándole partido a nuestros 30$.

Al salir, nos divertimos un rato jugando en Toy’srus. Recreamos Jurassic Park, nos fotografiamos con las construcciones lego, con un transformer y me quedo prendado de un muppet. Decidimos volver justo cuando el viento empieza a cambiar para convertirse en viento frío y desagradable. Gran puntería. Estamos buscando una hamburguesería que habíamos visto un par de días atrás y estaba marcada como una de las 10 mejores de NY. Tras hora y media caminando sin suerte, y decidir que la idea de una tortillería en Manhattan © sería un filón, nos rendimos y acabamos malcomiendo en un KFC junto al hotel. El día ha podido con nosotros. Mañana combatiremos con fuerzas renovadas.

Lunes 7 Junio: “El de la tradición”

Tras 10 horas de sueño, la alemana nos despierta como cada mañana dando zafarrancho de combate para meterse en la ducha. El móvil del koala suena 10 veces seguidas con una canción rap antes de que este se inmute y haga el más minimo gesto para apagarlo. Parece ser que se nos va hoy. De momento se ha sacado una plancha de no sé donde. Andrés duerme justo arriba… no sé si le hará mucha gracia. Vaya, la alemana ha cogido el secador. Andrés mira con recelo y se tapa con la sábana. Me va a costar abandonar esta ciudad.

Tras la previa en el Dunkin Donuts, el bus hacemos listas que hemos ido macerando durante todo el viaje. Al final podéis ver algunas de ellas. Nos dirigimos hacia el edificio de las Naciones Unidas. Las instalaciones de la ONU están bien, pero nos parece excesivo lo de pagar por un tour y más teniendo en cuenta el desembolso del día anterior. Vemos la entrada del Chrysler y luego ponemos rumbo a la Universidad de Columbia, Riverside Church y la tumba de Ulysses S. Grant. Nos encanta la tranquilidad del barrio. ¿Quién no querría volver a estudiar con un sitio así?.

Nos metemos a comer en un japonés donde se olvidan la comida de Andrés. El pobre esta muerto de hambre y mira el resto de platos con cierto deseo. El camarero nos explica algo que creemos entender pero no queremos entender: la comida de Andrés estaba mala y la estaban haciendo otra vez. Al final, descubrimos que lo que había pedido era arroz con pollo empanado (todo un manjar japonés para degustar con palillos) y lo que estaba malo (creemos) que era la salsa. A la salida volvemos al Midtown para una tarde de compras que apenas dura una tarde. Un tío intenta “regalarnos” un disco a cambio de una “contribución” para que pueda seguir grabando su música. Aróhome!!

Nuestro amado, aunque a todas luces desconcertante, Beauty Bar.

Tras dejar las cosas en el hostal, nos tomamos un respiro en la terraza y decidimos profundizar en la historia y el pasado del maravilloso East Village, nuestro barrio. Esto en cristiano significa que nos pillamos la guía y nos echamos a andar. Nos detenemos a ver un partido de béisbol callejero, descubriendo que no es tanto deporte como parece, y después nos colamos en una plaza habitada exclusivamente por mendigos. Paseamos junto a la cutrecasa de un mafioso y llegamos hasta St. Market Street, lugar de acogida de modernos y hippies y cuna de locales con infinidad de anécdotas que abarcan desde Yoko Ono haciendo performance hasta actuaciones de Iggy Pop o Velvet Underground. Después encontramos por fin la hamburguesería que se resistió ayer: Blue 9 Burguer. De nuevo alucinamos con las hamburguesas y su salsa de chile. Casi estamos tentados de repetir.

El siguiente paso es McSolerny Abe Pub, un local abierto desde 1854 que elabora su propia cerveza. Un chico en la puerta hablando por teléfono nos ve dubitativos y nos invita a pasar. Al pedir 2 cervezas a la camarera, esta nos pone 4 jarras. Intrigados, no dudamos en preguntar: “Why four”?; a lo que la camarera responde con un lapidario: “It’s traditional”. Ahí nos callamos y empezamos a beber. Nos echamos unas risas en el bar y por supuesto pedimos otra ronda. El ambiente es festivo para nuestra última noche pero el cuerpo no da para más. Nos despedimos del Beauty Bar, de Jacob el cual nos ha servido estupendas cervezas y ha recibido pocas propinas y enfilamos los 4 pisos de escaleras del Jazz on the Town. Intento realizar una excursión a la sala común la cual esta repleta y posteriormente a la terraza. La vista de noche sigue siendo impresionante…

Martes 8 Junio: “El del atasco en el JFK”

De nuevo los alemanes se ponen a madrugar. Yo termino mi maleta y apremio a Andrés para que se levante y podamos irnos rápido. Ayer por la noche descubrí que existe una tienda de la cadena HBO y quiero verla. La putada es que nuestro check out es a las 11, así que debemos estar de vuelta antes de esa hora para que no nos cobren de más. Al salir la tía del hostal nos mira con cara rara como diciendo: ¿A dónde coño os creéis que vais?.

Al llegar, Andrés esta comiendo un muffin y decidimos esperar. Son las 9:15. Al intentar abrir la puerta veo un cartel: Open 10:00 am. Menuda decepción. Hacemos tiempo por la zona comprando postales y a la hora volvemos. Veo la tienda en 10 minutos, dudo en comprarme miles de chuminadas y al final salimos pitando con las manos vacías para no llegar tarde al hostal.

Justo al salir conocemos a los españoles que habían llegado un par de días antes. Andrés se queda con el miedo en el cuerpo por un posible retraso del vuelo tal como les ha ocurrido a ellos a la ida. Para matar el tiempo antes de dirigirnos al aeropuerto decidimos volver al Blue 9 Burguer. Una hamburguesa por favor. 11 de la mañana. Saben riquísimas. De nuevo… a punto de repetir.

El camino al JFK esta lleno de paradas imprevistas y echamos nuestras 2 buenas horas para llegar. Tras dejar las maletas y darnos una cutretarjeta de embarque que ríete tú de la seguridad de los aeropuertos, pasamos el control y nos metemos en los duty free, donde un señor, al ver nuestros ojos como platos ante botellas de Jack Daniels gigantescas, se acerca a intentar vendérnoslas. Iluso. Tenemos los dientes largos pero los bolsillos vacíos. Pensamos en formas de deshacernos de las jodidas monedas. De nuevo pensamos en comer… ¿Qué nos pasa?. Pizza y nuggets.

Deliciosas Blue 9 burguers a las 11 de la mañana.

La larga espera la empleamos en rellenar postales y ver nuestros caretos en las fotos. ¡Anda, si esta jugando España! Empieza a romperse la burbuja del turista y a llegar el flujo de información desde el exterior. Cuando realizamos el embarque nos miran la tarjeta con un poco de asco y el pasaporte no tenemos ni que abrirlo. Como se nota que nos vamos… En el avión nos comunican que vamos con retraso, pero no nos importa. Andrés ha hecho una amiguita y se está hinchando de hablar inglés. Lo que no sé es si realmente quiere hablar inglés o es ella la que no lo deja. Yo me hago el dormido mientras pienso en la doble sesión de pelis que me espera. Algo del reino de los dientes y Guerra de Novias.

Continúa el tráfico de aviones en la pista de despegue y ya va para una hora. Esto parece el nudo de manoteras a las 8:30 de la mañana. Uno de los aviones desiste y se da la vuelta. Vemos a Mahoney (Loca Academia) haciendo prácticas del coche por en medio de la pista. Menudo atascazo se esta formando en le dichoso aeropuerto. Si lo llegamos a saber pedimos la tarde libre y nos vamos por la mañana (broma MGO).

Al despegar comienza la vuelta atrás a la realidad. Se han lucido con las peliculitas desde luego… menuda basura. Ni siquiera conseguimos dormir… al aterrizar solo hay nubes. Madrid esta gris para recibirnos. No podía ser de otra manera.

EPILOGO: “Jet Lag”

El jet lag se pasó durmiendo unas 5 o 6 horas al llegar a casa y descansar el resto del día. Las fotos calmaron las ganas de revivir muchos momentos. Y comentar las anécdotas con la gente es un ritual que también ayuda a mantener la sensación de estar allí. Pero supongo que como después de cada viaje… no seremos conscientes de lo que hemos pasado hasta olvidarnos de él y recordarlo cuando cualquiera de las bromas que hemos compartido aparezca de repente y sin previo aviso. Ha sido un gran viaje. No puedo añadir nada mejor.

Y hasta la próxima...




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