lunes, 21 de marzo de 2016

El último gramo de sal



Hay un algo especial en los días soleados.

La luz grabada en las retinas. El aroma preso en la memoria. El tacto intensificado de los ojos cerrados. El ruido silenciado de la calma. El último gramo de sal en la yema de los dedos.

Pero hay que querer verlos. Olerlos. Tocarlos. Escucharlos. Saborearlos. Porque si no… pasan de largo cual días tristes.

No me andaré por las ramas. Lo que quiero decir es que a la vida hay que sonreírle. Hay que verle el lado bueno. Hay que forzarse a ser positivo. Por no dejar que las excusas, los miedos y lo negativo invadan nuestros días y se apoderen de todo. Citando, recuerdo que la belleza está en los ojos del que mira. Pero se aplica igual a este panfleto. A golpe de tópicos se construye una forma sana de vivir… consciente de las deficiencias del camino, pero que a pesar de ello, alienta las ganas de transitarlo ilusionado hasta el final.

No sé en qué punto grabé a fuego esa constante en mis días...
quizá fue mi familia… mis padres y mis hermanas… 
quizá fue mi entorno… Cádiz y su forma de entender la vida… 
quizá fuera la compañía… infinitud de amigos que se han quedado a mi lado… 
quizá fue el amor… las cicatrices que marcamos y hoy disfruto...
quizá haya sido innato… así es la naturaleza… 

Yo pretendo despertar sonrisas. Querer ser feliz a pesar de todo. La vida debería ser eso. Pero a veces ella no lo sabe… o se olvida. Y hay que convencerla. Hay que hacer esfuerzos para hacérselo ver. Y yo solo sé una manera de hacerlo. Y es decirlo.

En mi día a día, yo marco mi actitud. Mi actitud marca quién soy yo… mi yo marca mi área de influencia… y mi área de influencia… me marca a mí. Indefectiblemente. Es un círculo… del cual yo soy parte responsable. Muy responsable. Y más sabiendo que este círculo empieza a crear ondas cual piedras en el lago… afectando la vida de los que me rodean, incluso algunos a los que ni siquiera conozco, pero con mayor impacto en los que tengo a mi vera, los que más quiero.

La ingenuidad en temas de alegría y felicidad está muy mal vista por un cinismo casi institucional, mediático… globalizado, el cual no encaja con el tiempo que tenemos. Y mucho menos pensando que el tiempo es una de esas variables que jamás controlaremos. Por eso es importante ser consciente de la calidad de nuestras horas.

No infravaloro, nunca. No ignoro la gravedad. Pero relativizar siempre es importante. Me ayuda a no bloquearme. A tomar un paso atrás para ver con perspectiva que es lo que en un momento dado, está poniendo trabas a mi objetivo.

Guardar el lado negativo, la queja, no me da soluciones. Ingenuamente siempre suspiro antes de preguntar; ¿y qué podemos hacer?. Ingenuamente siempre busco un desafortunado chiste que desdramatice cualquier situación. Porque es difícil sobreponerse cuando la oscuridad es abrumadora. Y siempre es más fácil con ayuda.

Pero nosotros damos el último paso. El que quiere ver. El que busca luz. El que sueña despierto. La felicidad es una obligación. Una que podemos contagiar en cualquier momento. Un convencimiento al abrir los ojos. Una satisfacción al cerrarlos. Una lucha diaria, constante, infatigable. Este mundo no necesita más rendiciones injustas.

Y ahora, dejadme aportar algo más…

Hay un algo especial en los días de lluvia.

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