miércoles, 17 de febrero de 2010

Raíces y hierbas


Tengo la casa llena de raíces. Suben por las paredes y descansan en mi propia silla. Las he quitado de la cama, pero vuelven a crecer. No puedo cortarlas, ni fumigarlas... no puedo quemarlas. He pensado en el camuflaje pero no tengo tanto con que taparlas. Y al abrir la ventana para respirar, el viento delata los brotes que, intencionadamente, voy dejando sin cubrir. La idea general es ignorar que están ahí. Pero son demasiado grandes y numerosas y me tropiezo con ellas cada día. Me siento mal por forzarme a ignorar al elefante.

En la terraza está el tocón. Tiene hachazos en los bordes y apenas musgo cubriendo sus seis anillos. Supongo que el resto será para muebles o para algún encargo especial. A veces me lo pregunto, pero no me interesa demasiado la respuesta. Han cortado mi árbol, me han quitado su sombra y supongo que en breve el agua de mi piscina dejará de estar helada. Me urge saber cuanto tardaré en reconocer que me gusta la luz y el calor del sol mientras me baño.

Por las noches percibo la humedad. El olor de la vegetación. Deja de ser intenso cuando despierto... pero el ciclo se repite siempre. Y al día siguiente vuelve a embriagarme con nostalgia. Dicen que es dañino dormir en un invernadero. Ya saben... la falta de oxígeno. Y yo que en cada bocanada que amago para hablar... me quedo sin aire...

Ni siquiera sé si sería más fácil conociendo
las manos o el hacha.

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