sábado, 20 de mayo de 2017

Extrayendo petróleo




Cuando solo vea ceniza en los pasillos 
Cuando escriba todo en placas de rencor 
Cuando cuente más el odio en mis pesares 
Cuando cambie la sonrisa por un poco de dolor 

Cuando cante si no debo, lo que siento 
Y lo que siento no se acerque a la verdad 
Cuando compre entradas para otro concierto 
Donde solo canten voces que no quieren prosperar 

Cuando no saque petróleo de mis días 
Cuando el petróleo en mis días sea mi sed 
Cuando mi sed no la calmen los amigos 
Cuando toque despedirlos quizás por ultima vez 

Buscaré todos los lienzos que me quedan 
Grabaré aquellos recuerdos sin olor 
Y de noche, una vez rotas las linternas 
Seguiré pintando el negro con cualquier otro color. 

Cuando los días sean despojos de tristeza 
Cuando las horas no lleguen al umbral 
Cuando a mis minutos les falte franqueza 
Cuando a falta de un segundo, no me quiera mover más 

Cuando escupa lava seca a los que quiero 
Cuando de mis tripas solo salga sal 
Cuando mis pies no se acerquen hasta el cielo 
Cuando pierda la mirada y no encuentre más el mar 

Buscaré todos los lienzos que me quedan 
Grabaré aquellos recuerdos sin olor 
Y de noche, una vez rotas las linternas 
Seguiré pintando el negro con cualquier otro color. 


martes, 21 de marzo de 2017

Chuck Berry in loop

Con motivo de la reciente muerte del mítico Chuck Berry (18/03/2017), voy a rescatar una colaboración que realicé en el blog de una buena amiga, La chica bombilla, allá por el verano del 2010. Os dejo el enlace a la entrada original aquí, y reproduzco más abajo el texto para actualizar los links a las canciones, las cuales son importantes. Mi admiración infinita para Chuck, y mi gratitud eterna a Luz por seguir poniéndome retos. 

Chuck Berry in loop




Hay quién habla de imitar. Algunos disimulan hablando de homenajes… otros directamente sentencian con la palabra copia (por cierto, me encanta esta canción del gran Chuck Berry).



Yo intento no repetirme. Hay tantas cosas nuevas por descubrir, tantos sitios a los que viajar… No es que tenga la sensación de estar perdiendo el tiempo, pero si desaprovechando oportunidades. Está claro que una ciudad es distinta dependiendo del momento y la compañía. Se ve con ojos diferentes a cada paso. Y siempre he sido partidario de las segundas oportunidades. Pero si me dan a elegir… seguramente quiera experimentar. Supongo que todavía me queda algo de espíritu (buff… esta también es alucinante).




Otra cosa es jugar sobre seguro. Lo que funciona, funciona. No arriesgas. “Me encanta este bar, esta discoteca…” es como algo tuyo, particular, que sabes que siempre disfrutarás hasta que alguna chispa cambie esa magia. Hasta entonces, exprimes y exprimes. Pero oye, no soy yo partidario de generalizar. ¿Acaso no tenemos derecho a contradecirnos y exponer varios puntos de vista de un mismo tema? (no puedo dejarlo pasar, escuchad esta).


                             Chuck Berry - Sweet Little Rock N’ Roller

No veo la utilidad de la copia por la copia sin ningún objetivo. O para mejorar, o para revisitar… pero ¿por exprimir más jugo de donde solo queda cáscara? Panda de descerebrados a la carga de un remake encubierto con una preciosa cara bonita y un espectacular avance que pueda verse en cada parada de autobús. ¡¡Ay, cuantos de esos me han colado y apenas me he dado cuenta!! Que todo es un círculo, que ya esta todo inventado. ¿Dónde queda el esfuerzo para imaginar? ¿Ese que nos hace sentarnos y crear a partir de nada o con una simple idea básica, desplumada y sin artimañas? (Gran temazo).

Me pedían ficción hace poco. Que empuñara el lápiz con mi peculiar forma de escribir heredada de los malos hábitos y exprimiera algo que no tuviera que ver con mi forma de sentir. Pero ¿acaso no ponemos siempre un detalle personal en nuestros relatos? ¿Por qué no entero? ¿Por qué no ficcionar un hecho real? ¿Acaso no es lo sencillo, lo que encubrimos todos frente al papel? Será eso entonces… que la magia está en crear algo que quisiéramos que ocurriera… que el sentimiento que surge se pudiera guardar como real. Como propio. (Buena selección la de hoy)




Existen las plantillas. Modelos. De los cuales todos te recomiendan salir para ser original. Pero que el experto te recomienda a pies juntillas seguir para ser bueno. Aplíquenlo a las artes, créanme, en las ciencias no da resultados tan alentadores. Yo les animo a romper, a equivocarse y ficcionar mal, a partir de cero y después pulir. Viajen a lugares comunes, pero busquen sitios nuevos. Que la felicidad o la tristeza les sorprenda. Pero que no tengan que buscarla. Y que su sombra les guíe y no les lastre (casi me olvido de esta otra).




Decía Chuck Berry que nadie lo hacía como él. ¿Cómo superar al que es maestro haciendo siempre lo mismo si solo repetimos sus pasos?




Lo gracioso es la subjetividad con que tachamos algo de “original”. Bendita ignorancia.



viernes, 18 de noviembre de 2016

La línea de amarillo

Verde ha vuelto a salir de la habitación. Rojo vuelve a empujar. Pero no sabe si lo esta haciendo bien y yo no atino a inventarme más palabras bonitas. Cuando Verde vuelve y nos repite como debe empujar, copio cada expresión de animo, cada intervalo de tiempo y los memorizo por si nos vuelve a dejar solos. No podemos permitirnos bajar de nuestra línea de amarillo. Pero en los últimos minutos, Verde sabe que no vamos a ir más allá por ese camino y que debe ir incluyendo otros matices en nuestro futuro inmediato. En primer lugar, descarta el plan negro, en el cual yo desaparezco de la habitación y Rojo tendría que enfrentarse sola al resto de minutos. Eso nos deja otra vez sobre la línea de amarillo. Pero Verde no da más tregua. Vuelve a salir y cuando regresa, ya estamos en mitad del tobogán. Verde se acompaña de dos Azules mascarados. En sus ásperas miradas, vemos bien visible su experiencia engañando, pero lo hacen bien, y nos dejamos embaucar. Rojo y yo llevamos 15 horas manteniendo la línea de amarillo y no flaquearemos a estas alturas. Rojo sigue tirando de mi, en cada comentario, cada respiración, en cada pujo. A mis ojos, es una persona nueva. Y todavía no hemos acabado.

Cuatro azules mascarados más vuelven a entrar. Hablan entre ellos, examinan la situación y hacen avisar a Blanco, el cual con su gorrito y sus jeringas, hace su trabajo, pregunta con discreción a Rojo si le duele y luego se va. A nadie se le escapa un mal gesto que alerte de la gravedad de esos minutos. Más palabras bonitas para decirle que van a ayudarla. Que no tienen más remedio.

Elevan la cama para dar comienzo al espectáculo de Rojo. Después colocan dos soportes, dos cubiertas, dos banquetas, una cortina y una luz blanca. Mientras preparan el aparatejo de nombre horrible, Verde la anima a intentarlo por última vez. Tomo su hombro, sus manos en los estribos. Empuja. No va más, pero la bola no sale. Mascarados dicen que tienen que proceder. Y entonces, desde detrás de la cortina que corta a Rojo por la mitad, aparece el frío metal. Primero uno, milimétricamente encajado. Fría y dolorosa presión de ayuda. Después el otro. Sabe Dios donde debía encajar ese. Luego llegan las tijeras, del plato a la cortina. Y Rojo en su línea de amarillo, sin bajarse del burro, todavía radiando y haciéndose fuerte. Y yo con la boca abierta, sin saber quién es el extraordinario color que tengo junto a mí. El metal se mueve, y no se oyen más palabras bonitas. Solo un empuja. Empuja. Y un vuelve a empujar.

Por primera vez, aparto mi exclamación de Rojo para hacerla cruzar la cortina. Y entre verdes, mascarados, blanco, el metal, las tijeras y la luz blanca, solo puedo fijarme en el nuevo color que asoma. Me quedo alucinado, petrificado, extasiado. No imaginaba un color tan brillante. Rojo me mira y sonríe, pensando en que nuestra línea de amarillo, de la que no quiere bajarse, acaba de aumentar el listón con solo ver mi cara. Yo no estoy ahí, estoy detrás de la cortina, viendo a mascarados girar los hombros, tirar y traer frente a la luz a un color nuevo. Su espalda es gigante y esta llena de grasa anaranjada, pero nada más girarlo, su verdadero color despierta nuestros sentidos. Un cuerpo violeta. Inmóvil, conectado y todavía incrédulo, sobrevuela la cortina para recaer en el pecho de Rojo. Bordeamos de nuevo el acantilado de nuestra línea de amarillo. El cuerpo violeta no se mueve. Desde su posición tumbada, Rojo no atina a verlo completamente. Yo solo puedo comerme el aire de la habitación y aguantarlo en mis tripas. Por lo que pueda pasar en los próximos segundos. El cuerpo violeta de repente canta un espasmo. Y grita. Los ojos de Rojo se vuelven azules. El cuerpo violeta se tiñe de rosa. Mi pecho se torna amarillo. Y desde ese instante, los colores de la habitación ya no parecen tener importancia.

lunes, 3 de octubre de 2016

Poemplinas II

Dime que lo estoy haciendo bien...

Que mi voz no es un grito, no es un susurro, que no es tu excusa.

Que mis oídos no oyen nudillos, no están oxidados, que tienen tus latidos.

Que mis ojos no son huecos, que no son negros, que ven tus anhelos.

Que mis acciones no te aplastan, que me pisarás sin dudarlo… que nuestro abrazo es sólo nuestro.


Dime que lo estoy haciendo bien.


jueves, 29 de septiembre de 2016

Poemplinas I


Que pena de tiempo... donde dejas que las cosas duelan.

Que tarde perdida... si no la dedicas a curar heridas.

Que noche de insomnio... cuando los miedos son las lámparas.

Que tristeza de cara en el espejo... si no soy capaz de mirarla.

Que mal por mi... que bien por Robert Johnson.

Que haces... que no reaccionas.

Que ganas... que no juegas.

Que dices... que no dices.

Que respiras... que te esta quitando el aire.

Que vives... a base de pisadas podridas.


viernes, 17 de junio de 2016

Apocalipsis



Es extraño ver tanta luz resaltando en mitad de uno de los días más soleados de la primavera. Como una estrella fugada de la penumbra de la madrugada, aquel pequeño circulo relampagueante apareció en el cielo casi de la nada, pero al contrario de lo que todos dábamos por hecho, no se perdió con las nubes. El aro de color verde siguió aumentando su intensidad y empezó a acompañarlo una estela en forma de dos rayas rojas que marcaban su trayectoria. Su permanencia en lo alto del horizonte a medida que pasaban los minutos, no dejaba dudas sobre que algo extraordinario se acercaba. 

Una vez asimilado que había llegado para quedarse, las noticias en todos los medios empezaron a aumentar en número, intensidad y demagogia. Los especialistas aparecieron en cada tertulia para dar su única y verdadera opinión. Las masas respondían a los micrófonos cual expertos en el tema. Los consejos empezaron a volar a mi alrededor, incrementando el sonido ambiente, el ruido de la calle, borrando la quietud de mis días hasta casi dejarme sordo. Las proclamas eran claras. Las advertencias, ineludibles. La vida, tal como la conocía, iba a desaparecer. Y todo a mi alrededor, en una mezcla de excitación que oculta el terror, parecía saberlo a ciencia cierta. A pesar de mi escepticismo.

Las horas fueron pasando. Las carreras, las prisas, los aprovisionamientos. El mundo sabía exactamente como debía reaccionar en una situación así. Pero nadie parecía acertar del todo. Porque la verdad es que las horas se convirtieron en días, los días en semanas y las semanas en meses. Aquel aro encontró un tamaño estable, una luz sostenible y se mantuvo en su sendero durante largo tiempo. Nada de eso cambió las reacciones en la sociedad. Sin embargo… a mi me dio paz.

La primera mañana de verano salí a pasear a un enorme parque a las afueras de la ciudad. Casi como en un precioso encuadre de alguna antigua película en blanco y negro, terminé la caminata en un rocoso montículo coronado por un viejo árbol y un banco abrigado por su sombra. Me senté a contemplar la luz verde. Desde su aparición, cada hora del día simulaba un eterno amanecer.

Sin duda, resultaba extraño. Estaba a la vuelta de la esquina. Debería hacer caso a todos, saber que no había escapatoria. Aquella anomalía en nuestras vidas, traía la destrucción a raudales. Alertaba mis miedos para que estuvieran en guardia. Y sin embargo, los días pasaban con pasmosa tranquilidad y rutina. Como ajenos a todo aquello. Mi cuerpo no era consciente. Mi mente no era consciente. Mi corazón apenas lo era en ese instante.  A pesar de saber a ciencia cierta que era inevitable. Quería sentir. Tan solo que no podía. Estaba demasiado lejos. Pero tenía fe en él.

En estos días, ando cuando todos corren. Callo cuando todos gritan. Y abro los ojos cuando todos se cubren. Sé que el momento de sentir llegará. Sea miedo, alegría, pánico o felicidad. Cuando deba de activarse, mi piel me lo dirá. Pero por ahora, la fascinación por ese aro no lo es todo. Todavía no ha movido ni un ápice de mis rutinas. De mi comportamiento. De mi amor.


Me siento como un bicho raro en medio de este parque.