domingo, 25 de abril de 2010

Gritando

Yo no sé a que ha venido el gritar “Yo” en algún momento de los últimos meses. Nunca me he sentido cómodo haciéndolo y esta vez no ha sido diferente. Y sin embargo “Tú” me aconsejabas que lo hiciera y dentro de la estúpida lógica que asignamos a las relaciones me pareció que había que intentarlo.

Tampoco sé si ha sido una pérdida de tiempo total o los efectos lucen frescos bajo mis recientes resacas, pero el problema es que los ríos desbordados, en algún momento, vuelven a su cauce. Y este torrente siempre ha querido llegar al océano por el mismo camino de piedras, cascadas y pequeñas lagunas. Así que ahora me veo llamándote tranquilamente pensando que antinatural es solo una palabra compuesta de chorradas y que mi vida es más luminosa si puedo dejar de morderme la lengua a tu sombra.

Tuve brasas por más de dos años y no espero que ahora sea diferente. Quizá me caiga de espaldas mañana frente al espejo cuando me vea sin el humo alrededor, pero tampoco me preocupa demasiado. Desaparecerá, pero al menos consigo que no interrumpa mi pedaleo.

Hoy he vuelto a tener ganas de una noche de sofá. De sudar de calor una tarde de verano durmiendo la siesta. De bailar mientras cocino. De saltar al andar. Y claro que todo el mundo tiene derecho a pensar que puedo tropezarme o quemarme. Pero “Yo” (el cual uso poco) no he sabido nunca mirar al frente de otra manera. Y así debe de ser.