lunes, 2 de noviembre de 2009

Diario de a bordo: Berlín

Continuando con la serie de diarios de a bordo, os traigo una de las últimas empresas que he llevado a cabo. El viaje a Berlín. Largamente deseado, al final conseguí reunir un grupo para acercarme a la capital alemana y os adelanto que no me decepcionó. Ni el grupo. Ni la ciudad. Toda una experiencia. Que lo disfrutéis.


Integrantes de izq a derecha: Auro, Mikel, Rake, Chan y yo.


Sábado 12 de Septiembre: La debacle del Weekend

Después de una extenuante preparación para nuestro viaje a Berlín, nos reunimos todos los integrantes del viaje en el aeropuerto de Barajas. Nos pasamos todo el vuelo dando la nota y al aterrizar Rake da su primer aviso de bomba: “Chicos, mi chaqueta… que la he perdido”. Falsa alarma. Ponemos pies en tierras alemanas. Para empezar, el cercanias esta de obras. Así que nada mas montarnos en el tren, nuestra cara de “no entiendo un carajo de alemán” nos delata como turistas y un señor con perfecto inglés nos aconseja para que no acabemos en Marina D’Or.

Intentamos que en el HOTEL CIRCUS nos admitieran la reserva que teníamos para el HOSTEL CIRCUS, pero son muy listos estos alemanes y nos dijeron que dejáramos de hacernos el longui. La hambruna nos hace delirar. Flipamos con nuestra habitación la novedad de una nueva ciudad nos puede y salimos a pasear. Nos comemos la primera salchicha del viaje en medio de un mercado e incluso empezamos a cogerle cariño a Angela Merkel. Tanto, que por 2 noches consecutivas, Rake y Auro mearon tras uno de sus carteles. La primera fue necesidad. La segunda muestra intencionalidad. Al llegar a “Alex” (Alexander Platz, pero nuestra integración es plena en la cultura berlinesa), vemos una gran carpa. “Esto puede estar guay” repetimos todos frente al “HIPPODROM” lugar sacrosanto, piedra rosseta de nuestro viaje. Ninguno conocía el significado de las palabras Oktober y Fest cuando se juntan bajo una carpa llena de alemanes. Tendríamos que volver.

Paseando hasta la Puerta de Brandemburgo, Aurora hace la llamada del millón (por lo que le va a costar) y asumimos cada uno nuestros cargos:

Auro: Relaciones internacionales
Rakel: Responsable de objetos perdidos
Chan: Fotógrafo
Mikel: Logística
Manu: Kaiser.

Frente al Reichtag, Rake hace su primer pino del viaje consiguiendo una tonalidad parduzca en sus pantalones blancos mientras yo, debido al frio, me disfrazo de Falete. Llegamos a Tacheles, la gran casa okupa reconvertida en centro cultural y que es el palacio de los grafiteros. Después fuimos a cenar a un sitio donde en Madrid nos habrían cobrado 5 euros por sentarnos y allí con 20, salimos rodando y hasta tuvimos vuelta.

El momentazo de la noche fue la busqueda de la famosa discoteca en un 12º piso desde la cual ibamos a poder ver el amanecer a través de cristaleras. En un principio conocimos a nuestra compañera sueca de habitación (la otra era Israelí, y Mikel sospechaba que pertenecía a los servicios secretos por algún tipo de vigilancia nocturna que le hizo). La susodicha Sueca entro en la habitación cual elefante en una cacharrería. Del tirón nos dijo que si ibamos a salir y al contestar que sí, nos empetó con su grupo. De repente nos vimos rodeados de alemanes, ingleses y australianos queriéndonos llevar de fiesta, diciendo que viva España y más pedos que Alfredo. La situación era que queríamos encontrar la discoteca y por ese camino lo único a lo que aspirabamos era a acabar borrachos con esta gente debajo de algún puente. Así que declinamos la oferta y nos fuimos a la aventura. Al llegar al centro, buscamos y buscamos, hasta que un muchacho nos indico que el sitio se llamaba Weekend, que sabía donde era y que nos acompañaba (en realidad, se nos estaba empetando para que los 4 gorilas que había en la casapuerta de un edificio normal de viviendas lo dejaran pasar). Después de pagar (lo más caro de Berlín con diferencia), entramos y la música hizo trizas nuestro ánimo. Chunda chunda en estado puro. Totá, que socializamos un poco, bebimos un par de cervezas y comprobé in situ la famosa tradición discotequera berlinesa en la que no se pueden hacer fotos con flash en sitios oscuros pero llenos de luces y fluorescentes porque “deslumbra a los clientes” (entre los cuales, parece que nosotros no estabamos). El camino a casa fue una liberación, más sabiendo que el metro abría toda la noche los fines de semana. Bienvenidos a Berlín.

Domingo 13 de Septiembre: El día del tour a pie

Nos habían hablado de maravilla de los tours “gratuitos” (después pagas “la voluntad”) que se dan en español y que parten de la puerta de Brandemburgo todos los días. Allí que fuimos. Nos toco una chica argentina llamada Eli que era puro amor. Nos habló de la historia de alemania, del comienzo y final de las dos guerras, del Berlín dividido y de muchisimas cosas. Paseamos por el monumento memorial a los judíos muertos de Europa (que no gays, ni gitanos, ni negros… esos se supone que van a tener el suyo), nos enseño partes del muro, el emplazamiento del bunker, plazas, iglesias, monumentos y todo rodeado de historias interesantisimas. Altamente recomendado. Nos cayó medio diluvio universal en medio minuto así que la comida fue algo pasada por agua.

Todo esto y mucho más dió de sí el Oktoberfest berlinés.

Después de la caminata de 6 horas… seguimos caminando. Nos montamos en el metro para llegar a Postdamer Platz y más tarde a la parte occidental y ver la iglesia de la memoria o como ellos la llaman “La muela” (buscar fotos). Tras muchas peticiones, nos sentamos a tomar unas cervezas (que otra cosa podíamos hacer??). La decisión se tomo al instante. Vamos al Oktoberfest. Ni que decir tiene que acabamos en la carpa, comiendo pollo asado, bebiendo descomunales jarras de cerveza, bailando todo lo bailable, siendo reprochados por hacer congas, alucinando con las camareras que nos invitaban a subir a las mesas a saltar y socializando con viejos, jóvenes y gentes de todas partes. Después de eso, acabamos en un bar que por alguna extraña razón se convirtió en discoteca, centro neuralgico de todos los españoles que visitaban Berlín esos días y donde nos deleitaron con lindezas como Elvis Crespo, King Africa y similares.

La llegada al hotel con la consiguiente paradita a mear tras Angela Merkel, nos llevó a otro de los momentos más surrealistas del viaje. En este caso, Raquel y Aurora, borrachas como cubas, firmando el libro de visitas del hostel a las 2 de la mañana mientras el chaval de recepción atendía flipado e intentaba contestar a sus extrañas preguntas. Después el numerito pasaría a la habitación y la supuesta desaparición de Mikel. Como dijo Chan (aunque con otras palabras)… era hora de dormir.

Lunes 14 de Septiembre: El día del tour en bici.

El día comenzó con un megadesayuno y un recorrido de 3 paradas de metro para el cuál invertimos 1 hora de nuestra vida. Que sí, que casi se me desencaja la mandibula de reirnos cada vez que bajamos en una estación que no era, o nos montabamos en un cercanías que resultaba ir en dirección contraria a la nuestra. Pero 1 hora… 3 paradas. El objetivo además, era realizar la visita al Pergamonmuseum. Mu grande, mu bonito. Pero no quiero más museos por el resto del viaje (siempre me pasa lo mismo). Después alquilamos unas bicis y a la aventura que nos fuimos por en medio de Tiergarten, uno de los parque más grandes de Berlín. Como un autentico pelotón nos jugamos la vida mientras grabamos videos encima de la bicicleta y cruzabamos calles cuál individuos autoctonos de la zona. Nos sentimos en una situación de superioridad al poder cruzar los semáforos en los 5 segundos que dura en verde para los peatones. Por eso en Berlín no hay cojos… ni viejos… ni ciegos… ni despistados. Selección natural aplicada a la organización del tráfico. Para que siempre llegues a tiempo a tu destino. Por la tarde estuvimos en Bergamstrasse, una calle llena de restaurantes y puestos donde encontramos un mercadillo donde vendían ropa al peso. Después del largo paseo, dejamos las bicis y subimos a la torre de TV pero como era ya de noche no se veía a tres en un burro. Eso sí, Rake y Auro no dejaron la oportunidad de tomarse una cervezita en tan pintoresco y alto lugar. Mikel hace referencia a la austera decoración socialista.

Viajecito suicida en bicicleta.

Al bajar, estaba tan cerca… que no pudimos resistirnos. Y de cabeza otra vez al Oktoberfest… a beber y beber cerveza, a comer salchichas con chocrout, a subirnos a la mesa otra vez y cantar y parecer todo lo alemanes que pudimos hasta que a las 10 de la noche cortaron la musica. Media hora después, seguiamos allí sentados con la mitad de la carpa, cuando un grito familiar en perfecto español empezó a resonar: “Alcohol… alcohol… hemos venioooo…”. Digamos que a los españoles tuvieron que echarnos. A todos. Y ni que decir que nos llevamos un par de jarras de regalo.

Después de hacer el canelo por todo Berlín imitando la semana santa, Harry Potter, Campeones y Bola de Dan, acabamos en el bar del Hostel manteniendo una conversación interesantísima de 2 horas sobre la eternidad de las relaciones. Para cuando acabamos ibamos tan borrachos que tumbarnos en los pasillos del hostel a hacernos fotos no parecía tan descabellado.

Martes 15 de Septiembre: El día del tour en taxi.

A la mañana siguiente comprobamos que la sueca se había ido y en su lugar teníamos un koreano que no se levantó de la cama (aún despierto) hasta que no nos despertamos nosotros para no hacer ruido y que al largarse ató su maleta al calefactor. Muy raro todo. Nuestra última mañana decidimos separarnos tras el desayuno. Rake y Auro se dieron una vuelta para ver el muro, parques y hacerse un book fotográfico por tiendas y casas pintadas que riete tú de World Press. Quedará para la posteridad la famosa conversación:

Rake: "¿Cogemos un tranvía?"
Auro: "¿Pero a donde?"
Rake: "Da igual… todos van al centro."
Auro: "Vale."

Ni que decir tiene que aquello no podía salir bien y por tanto se perdieron la visita a la fachada de la Sinagoga.

Chan, Mikel y yo fuimos a visitar una maqueta de miniaturas y trenes impresionante que hay en un centro comercial. Cual histericas en el anuncio del armario de Heineken, nos pusimos a echarle fotos a cada centímetro de la maqueta. y es que un aeropuerto en miniatura… no tiene desperdicio. Una vez recogidas las cosas del hostal, y alucinar con Rake que se iba dejando la maleta en medio de la calle con toda la tranquilidad del mundo, ponemos camino hacia la estación en la que nos habíamos bajado 4 días antes para venir del aeropuerto. Pero al llegar allí, parece ser que nadie conoce el tren, que de repente ya nadie habla inglés y que estamos jodidos. Así que decidimos montarnos en un par de taxis para llegar a tiempo al vuelo. El tour en taxi de 45 minutos… precioso. Vimos murales del muro, dos estatuas gigantescas en medio de un rio, un puente famoso según los panfletos, me dio tiempo a dormir y a Aurora a casi mearse en la tapicería. Pero llegamos… y media paga de navidad se quedó en pagar el trayecto. Para nuestra desgracia, nada más entrar en la terminal, nos enteramos que nuestro vuelo va retrasado 3 horas. Así que la rapidez de los taxis… no era necesaria… ni el gasto tampoco. Cara de gilipollas aumentando. 3 horas entre pamplinas varias y un vuelo de otras 2 horas y media hace un total de muchas horas con tonterías que contar. Pero seamos sinceros… este diario ya se ha alargado demasiado. Berlín fue un viaje alucinante. Y por mucho que siga escribiendo esto no le hará nunca justicia.

Me encanta que los planes salgan bien.