Hay quién diría, que mi visita fugaz a Madrid fue para manifestarme junto con otros 2000 ingenieros químicos (colectivo al que pertenezco), para exigir un reconocimiento de nuestras competencias. También se podría decir que buscaba trabajo interesadamente infiltrado. O que simplemente quería pegarme una juerga por la capital. Pero no. El verdadero objetivo, el autentico reto… era destrozarme físicamente en 2 días.
Mi singladura comenzó el viernes por la tarde. Desde las 4 hasta las 9 de la noche estuve sentado en unas bancas la mar de incomodas, asistiendo a un curso de prevención de riesgos. Desde luego lo de las bancas no lo tenían previsto. Ni el posible dolor de espalda por cargar los libros que nos dieron. Pero en fin... no hay que ser puntilloso. Yo solo podía pensar en que solo unas horas después, estaría montado en un autobús durante 7 horas más. De las películas no me quiero ni acordar. Me tocó junto a un tío que no dejo de dormir en todo el viaje, así que solo me quedaba ponerme a escuchar música. Dormir dormir… 50 minutos. No más. Así que llegar a Madrid, aunque fueran las 5 y media de la mañana, me pareció una bendición. El solitario camino a casa de Chan, su voz de… "cabrón, aunque sabía que venías, me acabas de despertar a las 6 y media de la mañana y no te lo perdono"… y por fin un colchón donde tirarme.
Pero pa ná. Porque a las 11 ya estábamos en pie otra vez. Entre charla y tonterías, al final ni desayunamos y eso, nos pesó el resto de la mañana. Ponemos rumbo hasta la puerta del Ministerio de Industria donde se iba a desarrollar la manifestación. Nada más llegar, altavoces poniendo música en pleno Paseo de la Castellana. Si es que estamos carentes de fiesta. Ya lo decía yo en la carrera. Parece que la congregación de gente es importante, pero todo transcurrió tan rápido que apenas si me di cuenta. Algunas pancartas, gritos de apoyo (aunque lemas que de pegadizos poquito), reparto de pitos que no suenan, sentada popular y de postre 3 gallegos que se suben al escenario a tocar un poquito la gaita. Traca de petardos cortesía del Colegio de Alicante y todos para casa. Todo muy útil… si hubiera estado la prensa, o la tele o un sábado hubiera alguien en el Ministerio pa escucharnos. Pero nos hicimos notar, que es lo importante.
Siendo las 2 y media de la tarde… mi hambre aumentaba exponencialmente. Aquí es donde recuperamos el capitulo en el que no habíamos desayunado. Quedamos con Chio para comer en el caos de bandejas, cubiertos y camareras gritando a los camareros que sobreviven como pueden en una de las pizzerías de la Plaza del II de Mayo. El siguiente destino era Casa Fox… pero si sois listos y miráis las fotos que hay puestas… podréis averiguar por vosotros mismos que nunca llegamos a entrar. Yo solo vi una cola muy muy larga (y son dos muys, que diría Woody Allen).
Después del café y el cansancio, hacemos acopio de fuerzas para la noche. Hemos quedado a las 21:30 en Estrecho. Allí, después de un encuentro totalmente inesperado con Elena (la cual va a otra fiesta, pero había quedado también allí... en un acto de casualidad digno de los mejores guiones de Hollywood), nos pillamos la cena y comenzamos un botellón en casa. Raquel, Auro, Julio, Chan y un servidor. Este es el comando de fiesta. Y vaya que si lo pasamos bien. Todavía tendría que relatar lo me quedaba por delante: toda la noche bailando, la vuelta a casa en autobús y una gala de los Oscars más que aburrida, antes de poder tantear si quiera una cama. Pero todo esto no me corresponde a mi contarlo... así que tanto vosotros como yo... tendremos que tener algo de paciencia.